SOBERANÍA AUDIOVISUAL

Plataforma Contar: Contenidos en el laberinto

¿Hace falta una plataforma nacional de contenidos por streaming? Marcelo Schapces, el director de Contar, asegura que sí:  “Si no somos capaces de contarnos a nosotros mismos, vamos a ser narrados por otras miradas y con otros criterios, seremos una otredad bajo la mirada central de quien todo lo mira y todo lo intenta uniformar”. En esta nota, invita a conocer la plataforma que dirige y ofrece algunas líneas para pensar críticamente la economía del conocimiento.


Publicado: 11.10.2022

Por: Marcelo Schapces

Categoría: MEDIOS


Contar (cont.ar para su denominación de acceso) es hoy una alternativa, que como define el diccionario, “es la posibilidad de elegir entre opciones”. Y es nuestra plataforma de contenidos de acceso gratuito desde cualquier dispositivo y sistema operativo (smart TV, computadora personal, laptop, tablet, celular) que pueda conectarse a Internet.

Pero ¿por qué hace falta una plataforma de contenidos públicos? La respuesta (o una de ellas) ancla en varias razones. En primer término, el acceso gratuito que desde el vamos define un rol social para una herramienta como Contar. Por otra parte, presupone una serie de desafíos a medida que avanza el siglo XXI y el “modelo de plataformas” se asienta y expande a nivel mundial, no solo para el consumo de contenidos audiovisuales sino también como un nuevo modelo de producción a escala global. En este panorama, sin dudas que el Estado debe cumplir su rol, no solo de protección sino de incipiente igualador, para facilitar calidad y diversidad en un servicio como Contar. No se trata de competir sino de asumir responsabilidades para poner en agenda y exhibir la curiosidad, el  deseo y la consideración de todas las audiencias posibles, la inmensa variedad de miradas, creación de sentido, acervo cultural y aun de los modos de entretenimiento que el universo mainstream desconoce, desdeña o incluso –muchas veces– oculta. 

Contar está desarrollada y curada diariamente por un equipo de trabajo de profesionales (técnicos, programadores, diseñadores, redactores, editores, productores, etc.) que mantienen una oferta organizada y variada, con una guía sencilla y con novedades permanentes. Exhibe los materiales generados por el BACUA (el banco de contenidos audiovisuales) conformado por la notable cantidad de producciones que a lo largo y ancho del país el Estado promovió desde la TDA, el INCAA, las universidades y los gobiernos provinciales entre los años 2008 y 2016. También se han ido sumando cesiones de películas y series de productoras locales, y un número selecto de adquisiciones y producciones propias destinadas a visibilizar proyectos de calidad que difícilmente encontrarían exhibición en otros circuitos. Además, Contar aloja una selección especial de contenidos de las señales públicas Encuentro, Pakapaka, DeporTV, la TV Pública, Tec TV, y eventos realizados en el Centro Cultural Kirchner (CCK) y Tecnópolis, en muchos de los cuales ha sido también pantalla de visualización por streaming en vivo.  Y por último, Contar tiene la opción de funcionar como transmisión “en vivo” de la programación en tiempo real de los ya mencionados la TV Pública, Encuentro, Pakapaka, DeporTV, además de la señal federal Mirador, y de Cine.ar, el canal de cine nacional del INCAA.

En el futuro inmediato, Contar será la plataforma de exhibición de las 81 producciones de series de ficción y documentales que han seleccionado los jurados del Renacer Audiovisual, convocatoria del Ministerio de Cultura y Contenidos Públicos Sociedad del Estado (CPSE). Y además de sostener y mejorar la calidad de servicio, uno de los desafíos futuros inmediatos es el de poder ampliar la geolocalización en Argentina y ofrecer una amplia gama de contenidos con alcance, primero regional y más adelante de manera global.

En definitiva, Contar es una herramienta formidable que forma parte de Contenidos Públicos Sociedad del Estado, y que ayuda al Estado nacional a  enfrentar algunos de los desafíos del siglo XXI, entre ellos los de promover la igualdad de acceso a la educación, la información, la cultura y el entretenimiento a todas y todos los habitantes de nuestro país. No es una tarea menor. Y es absolutamente indispensable.

Si no somos capaces de contarnos a nosotros mismos como epifenómeno de nuestra propia identidad como nación, vamos a ser narrados por otras miradas y con otros criterios. Seremos una otredad bajo la mirada central de quien todo lo mira y todo lo intenta uniformar.

A comienzos de 2022 (y sin las cifras precisas de China) se contaban más de 600 millones de usuarios de plataformas audiovisuales en el mundo, lo que significa una facturación superior a los 73 mil millones de dólares anuales. La paradoja es que mientras parece que hubiera más para ver, la concentración de los mecanismos de visualización y su oferta ligada más a un algoritmo que a la posibilidad del deseo, crece de manera contraria y exponencial.

Al decir del brasileño Miguel Nicolelis (uno de los neurocientíficos más importantes a nivel mundial), “estamos frente a un peligro enorme si continuamos confiando nuestro día a día a las máquinas y a los algoritmos. Cada vez nos pareceremos más a ellos. Nuestros cerebros se asimilarán cada vez más a la forma en que operan las computadoras”. Este avance sobre la manipulación en la independencia del pensar y en la elaboración de criterio autónomo ha conseguido en la era digital adoptar modos más sutiles y maneras más suaves que los que dominaron en las varias décadas de la llamada Guerra fría, entre USA y la URSS, luego de la Segunda Guerra Mundial. Los algoritmos “nos sugieren”, “nos ofrecen”, “nos permiten”. Toda una variable sofisticada sobre la simulación de una aparente elección del ciudadano/ciudadana (o en sus términos, usuario/usuaria, o consumidor/consumidora). La tremenda concentración de las empresas ya no multi sino supranacionales, que se alimentan de fusiones permanentes y que fagocitan a las pequeñas y medianas, ha hecho que el panorama de los emisores sea cada vez más unívoco y uniforme. Así lo refiere también el periodista, experto en innovación tecnológica audiovisual, Ernesto Martelli: “La abundante y permanente superproducción de data contrasta contra la posibilidad de articularla en información confiable, conocimiento profundo o, concretamente, un saber…”.

En este escenario, que el Estado reflexione y actúe en consecuencia en relación a la soberanía audiovisual se convierte en un imperativo indelegable. Todas las discusiones que se hagan en torno a la denominada economía del conocimiento no pueden estar dirigidas por un criterio solamente  vinculado al progreso tecnológico o al desarrollo eficientista de ocupación laboral en el sector, sino que ambas variantes deben estar acompañadas por el desarrollo productivo de la matriz local. En los últimos treinta y cinco años, y a pesar del freno a muchas políticas públicas durante los cuatro años en que gobernó Juntos por el Cambio, o del parate que significó la pandemia, Argentina ha deslumbrado al mundo con su producción de contenidos audiovisuales originales y diversos y ha sido líder en la región durante muchos periodos, por encima incluso de Brasil y México, economías de una escala mucho mayor que la nuestra. Y en el país, la producción  audiovisual ha sido por lejos el mayor valor en la exportación de servicios y bienes culturales. Sin embargo no hemos sabido aún acomodar nuestra realidad frente a los nuevos paradigmas que resultan de un mercado mundial oligopolizado por tres o cuatro empresas de streaming que, como ya señalamos, no solo han reemplazado buena parte de la oferta de las salas de cine y de las pantallas de la TV como exhibidoras, sino que ha absorbido o condicionado la producción de los grandes estudios de Estados Unidos, los usualmente denominados majors, que hoy están mediatizados por las principales plataformas. 

Contar es una herramienta formidable que ayuda al Estado a enfrentar algunos de los desafíos del siglo XXI: promover la igualdad de acceso a la educación, la información, la cultura y el entretenimiento a todas y todos.

En esta misma disputa, los hasta hace poco imbatibles complejos multipantallas de salas de cine se ven amenazados y disputan palmo a palmo las ventanas de exhibición con las plataformas, aunque hay que decir que por el momento vienen siendo sobrepasadas. De las diez empresas que mayor valor tienen en el mundo por su cotización en la Bolsa, siete son tecnológicas y están vinculadas a la denominada economía del conocimiento. Y de esas siete empresas, cinco son de Estados Unidos y dos de origen chino. En su trabajo más reciente (La sociedad del desconocimiento), el filósofo español Daniel Innerarity asegura que “vivimos en lo que podría llamarse una desregulación del mercado cognitivo. Este mercado desregulado favorece la credulidad y no plantea ningún límite a los mecanismos más intuitivos en el espíritu: estereotipos, sesgos, agitación adictiva, atención dispersa, automatismos mentales…cuando hay una saturación de la información es más fácil que nos rindamos a nuestra espontaneidad mental sin análisis alguno”.

Sumidos en esta realidad, que aunque a veces parezca, no es virtual y tiene efectos contundentes en nuestra vida cotidiana, podemos decir que si la buena noticia es la casi ocupación plena de trabajadores y trabajadoras en el sector, la mala es que el riesgo es consolidar un sistema de “factoría próspera” o “maquila”, en un país donde el IP argentino (la propiedad intelectual sobre lo producido) siempre fue altísimo y marcó la diferencia por la originalidad y creatividad. Si no somos capaces de contarnos a nosotros mismos como epifenómeno de nuestra propia identidad como nación, vamos a ser narrados por otras miradas y con otros criterios. Seremos una otredad bajo la mirada central de quien todo lo mira y todo lo intenta uniformar. Por lo tanto los desafíos son tanto tecnológicos y económicos como culturales e identitarios. No está de más traer al presente una frase que solía repetir Pablo Picasso en los años 70, hacia el final de su vida: «Si el progreso económico y tecnológico solo trae respuestas, es porque algo no está bien… lo humano sigue siendo saber hacernos las preguntas». 

 

Ilustró esta nota: Emmanuel Franco


Esta nota fue escrita por

Marcelo Schapces 

Es productor y director de cine. En 2010 fue el creador de INCAATV (hoy Cine.ar) y ha sido docente y gestor cultural en Argentina y España. Dirigió, entre otros films, Che, un hombre de este mundo, La velocidad funda el olvido y Necronomicon. Con Barakacine ha producido más de 40 películas, documentales y series, entre ellos: Luca, Pájaros Volando, Juan y Eva, Zonda, folklore argentino y  recientemente Sebastián Moro, el caminante.

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