

DEPORTE Y DERECHOS HUMANOS
Cuando en el voley se empezó a acabar la dictadura
“Se va a acabar, se va a acabar, la dictadura militar” resonaba en 1982 en las marchas sindicales y en las plazas. Se escuchó con fuerza también en el estadio en el que la selección de voley forjaba una generación histórica, a la sombra del ocaso de la dictadura y la posguerra. Una historia de Vuelta al juego, de DeporTV, para pensar el deporte durante la dictadura desde las gradas.
Publicado: 14.04.2023
Por: Marina Butrón
Categoría: Rescate
15 de octubre de 1982. En el estadio Luna Park hay más de 15.000 personas. No se trata de una velada de boxeo, como la de las peleas de Pascualito Pérez, Nicolino, Ringo o Monzón, sino que es noche de otro deporte: vóleibol. Allí donde se despidió Sui Generis y donde dentro de un par de años se casará el Diego se disputa el Mundial, un grupo de pibes altos, flacos, de no mucho más de 20 años se enfrenta a Japón por el tercer puesto.
Será un partido parejo, palo y palo, pero sobre todo histórico. Porque esos pibes conseguirán la primera medalla de la Argentina en este deporte y la gente, durante años atemorizada, callada, amordazada, aprovechará la cita para cantar contra un gobierno genocida ya en retirada.
Presenciaba el partido el vicealmirante Carlos Alberto Lacoste, hombre fuerte del Ente Autárquico en el Mundial de Fútbol de 1978 y por entonces vicepresidente de la Confederación Sudamericana de Fútbol (Conmebol). Lacoste presenciaba el partido y escuchó como su nombre era chiflado por la multitud al ser presentado por el locutor. Junto al abucheo, se comenzaba a cantar enérgicamente contra el gobierno de facto de Reynaldo Bignone.
“Nosotros ya veníamos sintiendo abucheos, silbidos y cánticos cada vez que en los partidos entraba la Junta Militar, que tenía su lugar reservado en la cancha -cuenta Esteban Martínez, una de las figuras de aquella selección de vóley-. En el vestuario pensábamos ‘esto se viene abajo’. Era muy fuerte. Un clima caliente”. Unas 18.000 personas cantando “El que no salta es un militar” daba cuenta del cambio de época, que se sentía en las canchas, en las calles y en las plazas. “Más que orgullo sentía un momento de tranquilidad de la gente desahogándose. Como una catarsis contenida en el marco del evento”, recuerda Martínez en el capítulo “Deporte, Memoria y Derechos Humanos” de #VueltaAlJuego.
Unas 18.000 personas cantando “El que no salta es un militar” daba cuenta del cambio de época, que se sentía en las canchas, en las calles y en las plazas
El bronce de una generación
La Generación del 82, como se recuerda al grupo, lejos estuvo de tener un camino allanado a los éxitos deportivos. El equipo había sorprendido a propios y extraños al llegar a la fase final, ya que en el Mundial anterior de Italia 1978 había finalizado 22°, su peor ubicación histórica.
El coreano Young Wan Sohn dirigía la selección desde el 75 y tenía como ayudantes a Julio Velasco y Enrique Martínez Granados. Era marzo del 82 y el plantel de Sohn estuvo a punto de suspender una gira por Japón, China y Taiwán, porque los jugadores tenían edad para ir a Malvinas, a una guerra que nunca debió existir. La Confederación hizo gestiones y finalmente pudieron ir a esa gira de 60 días, con sólo dos camisetas y dos shorts por jugador. Los amistosos finalizaron con resultado adverso, poco lugar para la ilusión mundialista.
Argentina debutó en el grupo A frente a Túnez, en el polideportivo de Newell’s Old Boys de Rosario, con una victoria por 15-2, 15-4 y 15-0, ante unas 8.000 personas. Después le ganó a México por 3-1 (16-14, 13-15, 15-3 y 19-17) y perdió con Japón por 3-1 (10-15, 17-15, 15-11 y 15-11). En la segunda fase, en el coliseo de Corrientes y Bouchard, los triunfos sobre Corea del Sur, Canadá, Alemania Oriental y China clasificaron al equipo nacional a las semifinales. En esa instancia no pudo con la Unión Soviética, por entonces campeón mundial y olímpico y que finalmente repetiría el título en forma invicta.
El seleccionado argentino logró la revancha contra los japoneses por el tercer puesto y se subió al podio. El plantel que lo consiguió estuvo integrado por Waldo Kantor, Hugo Conte, Daniel Castellani, Jon Uriarte, Esteban Martínez, Carlos Getzelevich, Raúl Quiroga, Alcides Cuminetti, Leonardo Wiernes, Daniel Colla, Gabriel Solari, José Puccinelli y Alejandro Diz. En el Luna alcanzó su primer podio, con una victoria por 3-0 con parciales de 16-14, 16-14 y 15-11.
Con la misma base de jugadores y Luis Muchaga como entrenador, la Generación del 82 logró la primera medalla olímpica para este deporte en los Juegos de Seúl 88. “Desde el comienzo, cuando jugamos en Rosario, la gente acompañó de manera conmovedora. Está claro que en ese grupo de jugadores muy jóvenes se depositaron energías que sobrepasaban el hecho deportivo. Supimos canalizarlo y transformar eso en rendimiento”, recuerda Jon Uriarte, que cumplió 21 años el día del partido por el bronce.
El Mundial de vóley llegó en el momento de debacle absoluto de la dictadura y mostró el primer gran evento deportivo de masas que cantó por el rechazo y la expulsión del gobierno de facto
Un Mundial diferente
1978 fue un año intenso para el deporte argentino. Al Mundial de fútbol -que finalizó con el primer título para el país- se sumó el título mundo de hockey sobre patines que se realizó en San Juan, y a principios del mismo año el hockey sobre césped también había tenido su Mundial, en este caso sin acceder al podio. Habían pasado varios años desde aquellos triunfos y en el Mundial de vóley la dictadura imaginaba una nueva oportunidad de lavar su imagen y correr el foco del horror por la que ya era reconocida internacionalmente. “Han querido utilizar la foto con el deportista de turno para mostrarse como socios del éxito, para decir ‘mirá qué bien que estamos, mirá lo qué es Argentina y cómo nos ve el mundo’”, relata el Mono Martínez.
“Es importante dejar una enseñanza y explicar lo difícil que fue transitar esos años oscuros del país para los deportistas. En las charlas en las concentraciones nos estábamos dando cuenta hacia dónde iba el país. Para nosotros, esas noches del 82 en el Luna Park fueron una clase magistral por lo que significó en la gente. No podemos olvidarlo y hay que construir día a día esa memoria que debe ser fuerte y hasta hoy tiene que perdurar”, cierra Martínez.
El Mundial de vóley llegó en el momento de debacle absoluto de la dictadura y mostró el primer gran evento deportivo de masas que cantó por el rechazo y la expulsión del gobierno de facto. “El vóley significó también una salvación en la época dura de la dictadura militar. Empecé a ser entrenador porque no pude ir más a la facultad a terminar mi carrera de filosofía y me terminó salvando la vida”, asegura Julio Velasco, uno de los asistentes del coreano Sohn ese año y que luego sería el gran DT de los éxitos de la selección italiana en la década del 90.
Ahí estaban, saltando en medio del Luna, esos pibes flacos y altos que no muchos conocían. Esos pibes que le pusieron mucha garra y humildad a aquel Mundial organizado en casa. Otros miles saltaban afuera, en las tribunas, sabiendo que ninguna gesta deportiva podía tapar los años más terribles de la historia argentina, pero con la convicción de que esa oscura etapa se estaba comenzando a acabar.
Vuelta al juego – Deporte, memoria y derechos humanos
DeporTV
Esta nota fue escrita por

Por Marina Butrón
Periodista. Ex jugadora de vóley. Editora de la sección deportes en la Agencia Télam. Comentarista y campo de juego en DeporTV. Ex Olé, Clarín, ESPN y Fútbol para Todos. Cubrió Mundiales de vóley femenino y masculino, Ligas Mundiales, Grand Prix y Juegos Panamericanos.
tw: @marinabutron
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