
Una foto de la serie Madres adolescentes (1988-1989)
LA MIRADA DE LESTIDO
El hilo de Adriana
“Ella se sumerge en cada nuevo trabajo, se abre a experimentar, vuelve a aprender, pone con delicadeza el cuerpo y su tiempo. Arma una metafísica del trabajo íntimo y trata a lxs eternxs destratadxs con amor”, dice Cora Gamarnik sobre Adriana Lestido.
Ver todo como si fuera por primera vez. Hacerse tan presente que se torne invisible.
Llegar al hueso. Transformarse al hacer.
Estrenado este año en Canal Encuentro, el documental La mirada de Lestido recorre en cuatro capítulos la vida personal y profesional de la fotógrafa Adriana Lestido. El hilo conductor de la historia es la propia voz de ella, su presencia. Quien la entrevista, aún invisible, logra desde su estar detrás de escena una sintonía, una intimidad y una conversación que esquiva lugares comunes, que se acerca, que presta atención a los detalles. La edición y el montaje acompañan con calidad profesional. El documental logra que la conozcamos aunque nunca hayamos estado con ella. Se acerca con suavidad, despacio, sin invadirla, sin estridencias. Va desgajando su vida, sus trabajos, sus por qués, sus elecciones, sus miedos, sus razones, sus formas. Va emergiendo así una mujer que se hizo un espacio en una profesión eminentemente masculina. Nos muestra su trayectoria, del fotoperiodismo a los talleres, de la foto de coyuntura periodística a los trabajos de largo aliento. Intuimos sus temas recurrentes. Vemos como la fotografía se va convirtiendo en trabajo pero también en forma de expresión, conexión con el mundo, fuente de conocimiento, estilo personal, en un modo de mirar, de relacionarse y de estar.
Logramos saber más de ella incluso más allá de sus fotos y de su forma de fotografiar. Logramos saber lo que siente y cómo reflexiona sobre su trabajo. “¿Por qué soy yo? ¿Por qué no soy ellos?”, se pregunta en el primer capítulo, mientras fotografía el Hospital Infanto Juvenil, entre los años 1986 y 1988.
Esta mirada autorreflexiva, que puede tomar distancia y al mismo tiempo involucrarse, recorre los cuatro capítulos. Adriana queda partida al medio por la desaparición de su compañero durante la dictadura militar y la vemos sensible ante el dolor, ante la ausencia, ante la lucha de las Madres y otros familiares. Las entiende, se identifica, se siente parte. “Yo sentía que era totalmente posible cambiar el mundo”, cuenta sobre su vida antes del horror.
Ella comienza su trabajo como fotoperiodista cuando había muy pocas mujeres ejerciendo la profesión. El contexto era adverso en una doble vía: comienza en dictadura y con un compañero de vida desaparecido y se integra a espacios negados o reacios a recibir mujeres. Mientras las redacciones periodísticas rechazaban o ignoraban los aportes de mujeres fotógrafas, Adriana logra hacerse un lugar gracias a la sensibilidad y calidad profesional de sus imágenes. Y también gracias a que numerosos compañeros fotógrafos le abrieron un camino de saberes, de acompañamiento y de solidaridad como Oscar Paglilla que la acepta como colaboradora en La Voz pese a la negativa de otros miembros del diario y Dani Yaco que le abre las puertas en DYN.
La represión durante el llamado Lanuzazo (una manifestación realizada en Lanús, en noviembre de 1982) fue su bautismo de fuego en la calle y en los medios. Ese día la propia policía le robó dos de sus lentes y aún así llegó con fotos al diario. Su famosa foto de la madre con su hijita, ambas con pañuelos blancos, la tomó en Avellaneda, en una manifestación que se hizo en repudio a esa represión.
Pero a Adriana le interesaba la fuerza expresiva de las imágenes más allá de su valor periodístico circunstancial. La urgencia y los tiempos del periodismo le deben haber incomodado. Los trabajos que eligió hacer por sí misma duran años y la comprometen de modo afectivo.
Elige entonces fotografiar sin límites de tiempo, sin ninguna directiva, sin compromisos de antemano. Dándole lugar a la experiencia. Y como señala Dani Yaco en el documental, en los años 80 aquello era un método de trabajo nuevo en la Argentina.
Adriana se detiene en el tiempo para estar ahí dónde decide que hay algo que vale la pena mostrar en imágenes. Necesita ese tiempo para entender, para mirar sin apuro, para no invadir. Ella cuenta en el documental que ve y siente en el cine de Andréi Tarkovski una inspiración, ve en su obra una responsabilidad interior, hacia uno mismo y hacia los demás. Y esa visión es liberadora.
Las fotografías que logra se transforman en protagonistas. No es ella la estrella, no lo son lxs fotografiadxs tampoco, sino son las propias imágenes las que cuentan historias. Producen un afecto y un efecto. Como esta imagen del bebé que mira por la ventana en una de las fotografías de la serie Madres Adolescentes (1988 – 1989): las cortinas atadas, las hojas de la colcha de esa cama tendida con tanto esmero, las rejas que se entremezclan con las ramas de los árboles y ese niño o niña que miran hacia afuera. Todo en la imagen es forma y movimiento que abren a la imaginación. Adriana encuentra historias en los márgenes, en rostros anónimos, en instituciones de abandonados y desposeídas, en vínculos que salvan, en geografías diversas. Hay ausencias, historias de amor y desamor, historias de desamparo. Adriana reconoce algo propio en aquellxs que fotografía. Toma distancia para mirar de cerca, logra que la cámara esté presente y se transforme al mismo tiempo en algo natural, una presencia sutil.
El documental va jugando en un doble equilibrio entre mostrarnos fotos de su vida y fotos que ella capturó. La vemos entonces de pequeña, conocemos a su familia y vemos cómo se van entrelazando su vida y sus imágenes. Entramos con ella a su laboratorio, vemos sus cajas, su archivo, sus hojas de contacto. Diapositivas, lentes, fotos en papel, líquidos para revelar, la luz roja del cuarto oscuro. El documental nos permite ver lo que hay detrás de una fotografía para que exista, para que quede impresa, guardada, catalogada. Dan ganas de saber más sobre ese archivo, sobre el orden de esas cajas, sus títulos, sus criterios. Saber que guardó, cómo organiza sus fotos, que se perdió.
En el último capítulo, Adriana habla de sus talleres, de las experiencias de vida intensas que allí se producen, del riesgo incluso de que esas experiencias al límite produzcan una conmoción emocional.
Hay muchas Adrianas en el documental, pero hay un hilo que lo atraviesa. Ella se sumerge en cada nuevo trabajo, se abre a experimentar, vuelve a aprender, pone con delicadeza el cuerpo y su tiempo. Arma una metafísica del trabajo íntimo y trata a lxs eternxs destratadxs con amor.
En el mito de Teseo, el hilo de Ariadna nos habla de la forma en que el amor ofrece una vía para vencer los propios monstruos, la forma en que se puede encontrar una salida a los propios laberintos. El hilo de Adriana en su documental nos habla de una existencia que encuentra un camino con alma allí donde parecía no haber salida.
Esta nota fue escrita por

Cora Gamarnik
Es doctora en Ciencias Sociales y Licenciada en Comunicación por la Universidad de Buenos Aires e investigadora adjunta del CONICET. Coordina el Área de Estudios sobre Fotografía de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos Aires y el programa de Actualización en Fotografía y Ciencias Sociales FSOC-UBA. En 2020 publicó el libro El fotoperiodismo en Argentina. De Siete Días Ilustrados (1965) a la Agencia Sigla (1975).
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