¡PENSAMIENTO SÍ, COLONIA NO!: LAS ARMAS DE LA FILOSOFÍA

Filosofía en práctica: pensar donde nuestros pies pisan

¿Qué significa pensar desde Latinoamérica? ¡Pensamiento sí, colonia no! inscribe a la filosofía argentina y latinoamericana en la historia de la lucha por el reconocimiento. El derecho a pensarnos a través de las ideas que surgieron en este suelo para desplegar su sentido político en un horizonte de igualdad, que se pone en práctica en la misma propuesta escénica del programa.


Publicado: 02.07.23

Por: Matías Farías

Categoría: Escenas


Las disputas por la producción de sentido sobre lo público no pueden pensarse por fuera del lugar en el que se anclan. En términos de la filosofía latinoamericana, ello significa asumir que es necesario pensar en el mismo lugar donde nuestros pies pisan y que, por lo tanto, un capítulo central en la lucha por la autonomía cultural de nuestra región consiste en desandar la historia de las “ideas fuera de lugar”, tan bien planteada por Roberto Schwarz. Si no se aceptara esta premisa, no tendría sentido la televisión pública educativa y lo mejor sería consumir lo ya producido, lo que suele llamarse “enlatados”.
No se trata únicamente del derecho a expresar de modo auténtico nuestra historia, sino de una cuestión política todavía más profunda: la de sentirnos autorizados, ni más ni menos, que a pensar. Y pensar es siempre una apertura a lo universal, a lo que atañe a la condición humana, aun cuando lo que se busque pensar sea una singularidad o poner en cuestión un universal para mostrar su particularismo.
Ahora bien, como la interpretación de lo universal ha sido predominantemente apropiada por los países así llamados “centrales” -al igual que las tierras y los bienes de producción-, el problema de la “autorización” de nuestro pensamiento se inscribe entonces de lleno en la lucha por el reconocimiento. Esa es la historia de la lucha por la igualdad, entablada entre actores históricamente ubicados en un plano de desigualdad. En este sentido, se puede pensar a las distintas producciones de la televisión pública educativa como potentes dispositivos de autorización del acervo cultural argentino y latinoamericano.

La serie no se pregunta si existe una filosofía argentina y latinoamericana, directamente la practica, conectando a la filosofía con la actuación en vivo antes que con la ficción

La filosofía en la pantalla 

Dentro de este proyecto, Canal Encuentro le ha concedido un lugar importante a la filosofía. Además de distintos especiales dedicados a obras de relevancia o a sus problemas clásicos, produjo dos series con gran cantidad de visualizaciones que desafían la supuesta condición subalterna de las “culturas periféricas”: Filosofía aquí y ahora, conducida por José Pablo Feinmann, y Mentira la verdad, con Darío Sztajnszrajber. Aquí el gesto provocativo implicado en decirle “mentira” a la “verdad” supone que la verdad es lo no dado y, por lo tanto, lo que puede y debe ser construido, por ejemplo desde la propia pantalla de la televisión pública educativa argentina. En el caso del programa conducido por Feinmann, lo realiza retomando la huella del programa alberdiano que buscaba reunir “filosofía” y “nación”, pero desde un singular cruce entre existencialismo y marxismo que permia reivindicar justamente el “aquí” y el “ahora” frente a aquellas filosofías para las cuales los deseos de realización colectiva están colocados siempre en otro lugar. 

¡Pensamiento sí, colonia no! sigue a su modo esta pista, al inscribir a la filosofía argentina y latinoamericana en la historia de la lucha por el reconocimiento. Su título mismo reescribe una consigna de masas, sugiriendo por esa vía una fuente de autoridad alternativa a la enciclopedia europea, que no es cancelada sino fagocitada por historias de gauchos, sonidos de murgas o apariciones furtivas de espectros. 

Al inicio de cada capítulo, el problema del reconocimiento queda explicitado: su conductor, el escritor y filósofo Mariano Dorr (cuya actuación se mueve estéticamente entre el dandismo modernista de Ruben Darío y la performance vanguardista de Lemebel) se mira al espejo vestido de Mariátegui, Sarmiento o Rodolfo Kusch, interpelando a la audiencia a reconocerse en esas personificaciones.  

La igualdad es el horizonte de la lucha por el reconocimiento; a su alrededor la filosofía latinoamericana puede construir un espacio de intervención para desplegar su sentido político

Pensamiento en escena

La serie no se pregunta si existe una filosofía argentina y latinoamericana, directamente la practica. Lo hace en un estudio que el director y su equipo de trabajo diseñaron de tal modo que evoque a un teatro de acción, conectando así a la filosofía con la actuación en vivo antes que con la ficción. Esta apuesta por la actuación en vivo permite trazar a su vez un paralelismo que connota a toda la serie: el anclaje de las ideas con el lugar latinoamericano está conectado con el modo en que los cuerpos modulan el pensamiento. Además de recordarnos la íntima conexión entre filosofía y teatro, queda construída así una novedosa forma de destinatario: quien mira Pensamiento sí, colonia no no es pensado como televidente, sino como cómplice del acto que tiene lugar en una sala sin escenario ni tarima.

Esta estructura escenográfica montada para la actuación en vivo encuentra uno de sus puntos más novedosos en otra de las formas de acción que propone Pensamiento sí, colonia no: la conversación con otros, desde el comienzo considerados como pares. Si usualmente las formas de representación televisivas de contenido filosófico oscilaban entre la biblioteca de fondo para el encuadre en primer plano del soliloquio del filósofo o descansaba en la exploración más o menos estereotipada de la excentricidad del personaje dispuesto a encarnar al saber filosófico -ambas opciones demolidas por Capusotto en Cha Cha Cha con “Alberto Giordano, filósofo estilista”-, en la serie se inventa un espacio para que tenga lugar un diálogo. El temario de este diálogo es lo suficientemente abierto como para que acontezca el pensamiento en común y, sobre todo, para recordar que en la disposición a tener en cuenta la palabra del otro se juega uno de los más profundos gestos democráticos de la filosofía, tantas veces asediada por sus marcas elitistas. De este modo, en Pensamiento sí, colonia no conversan en pie de igualdad con Mariano Dorr calificados investigadores, músicos populares y trabajadoras de la educación popular de la Villa 31, reinterpretando en estos términos en la propia escena montada el motivo que sostiene a la serie: que la igualdad es el horizonte de la lucha por el reconocimiento y que, alrededor de este horizonte, la filosofía latinoamericana puede construir un espacio de intervención para desplegar su sentido político.

Instrumental filosófico 

Con estas herramientas, la serie teatraliza algunas de las formas más resonantes en que el pensamiento filosófico latinoamericano libró una lucha por el derecho a pensarnos. Es una trama abierta y a la vez abigarrada, donde puede seguirse la historia del retorno del Inca para invertir el mundo que había sido invertido por la Conquista, pero leído desde Mariátegui como el capítulo que termina de universalizar a El capital de Marx. 

No se trata ya de la búsqueda del sentido, sino de la fagocitación del ser en el estar esbozada por Kusch en América profunda para lidiar de modo americano con la “ira de Dios” o simplemente con condición humana de estar “arrojados” al mundo. Es el modo en que la barbarie -de Sarmiento a Martínez Estrada- contamina hasta la fascinación el texto letrado, ese mismo que la había expulsado de la racionalidad y la ley en su afán de “pulcritud”; es la discusión, todavía abierta en Argentina, entre la república liberal de Alberdi y la república popular de Sampay; es el modo en que el motivo de la liberación reúne teorías tan diversas como la pedagogía del oprimido de Freire, los ensayos dependentistas o la filosofía de Dussel entre los años sesenta y setenta latinoamericanos; es la forma en que resulta posible desde Martí pensar a Nuestra América como el lugar donde se verifica el carácter agresivo del proyecto moderno, pero a la vez el espacio utópico donde puede resultar posible construir una “modernidad alternativa”; es el devenir “barroso” del pensamiento del “pliegue”, en un periplo que va de Lezama Lima a Lemebel y pasa por Perlongher; y es también el insospechado más allá del texto de la deconstrucción que anida en el propio texto argentino, al modo de memorias en espera de una fuerza social que las redima de su condición espectral. 

El título mismo reescribe una consigna de masas, sugiriendo por esa vía una fuente de autoridad alternativa a la enciclopedia europea fagocitada por historias de gauchos, sonidos de murgas o apariciones furtivas de espectros.

En Los fines del hombre, Jacques Derrida, ese sutil argelino que conocía a fondo la cultura francesa, se preguntaba qué lugar ocupaba Francia ante el “Hombre”. No dudaba que algún lugar ocupaba y, en todo caso, era necesario deconstruir ese lugar. En América Latina, por una larga historia de producción de subalternidades, ese lugar es lo no dado; por eso mismo el terreno donde la lucha por la igualdad se vuelve genuinamente universal. Haciendo suya esta premisa, Pensamiento sí, colonia no plantea que por el camino del inca, los versos de la gauchesca, o el clamor popular por una región libre, justa y soberana, la filosofía argentina y latinoamericana encuentra las armas para dar esta pelea. 

¡Pensamiento sí, colonia no!

Canal Encuentro

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Esta nota fue escrita por

Matías Farías

Por Matías Farías

(1978) Profesor en Filosofía. Docente en la Universidad de Buenos Aires y en la Universidad de José C. Paz. Integra el Programa Educación y Memoria del Ministerio de Educación de la Nación.

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