

Gabriel Brener, docente y pedagogo
Entrevista a Gabriel Brener: escuela y democracia
“Hoy la cultura escolar tiene que repensarse en su relación con otras culturas: las culturas infantiles y juveniles, populares y mediáticas”. Frente al inicio de clases, Gabriel Brener reflexiona sobre la posibilidad de problematizar la manera en la que los nuevos –y viejos- productos mediáticos ingresan al aula y, más en general, la convivencia en el espacio escolar.
Publicado: 6.03.2023
Por: Razón Plebeya
Categoría: Entrevista
“Como docente”. Gabriel Brener lleva más de 30 años trabajando en prácticamente todas las áreas que hacen a la educación, desde preceptor a directivo de colegio secundario, enseñando en la universidad, capacitando a equipos directivos y como parte de la función pública en el Ministerio de Educación de la Nación.
Pero antepone esa identidad que remite al aula, al contacto, a “transpirar la gestión” y a pisar las escuelas apostando a que se consoliden como un espacio para fortalecer la democracia.
Empezamos
RP
¿Cómo ve a la escuela en el comienzo de este ciclo lectivo?
GB
Este 2023 confirmamos que la escuela es un lugar de encuentros. La pandemia de algún modo ha puesto en evidencia qué tan importante es ir a la escuela y juntarse con los otros. Y no solo para intercambiar información o conocimientos más o menos significativos, sino especialmente para aprender a estar de cuerpo presente con otros y con otras. Porque de eso va la convivencia escolar y el aprendizaje de hacer democracia: vivir con otros y otras diferentes. La escuela es un lugar estratégico, y lo pienso como desafío para hacer más democrática la democracia.
RP
¿Qué innovaciones pedagógicas debe proponer la escuela en este escenario?
GB
La escuela hoy debe seguir alfabetizando en clave de la imprenta, pero a la vez diferenciarse del modelo de «la letra con sangre entra», un esquema arbitrario que por momentos parece que quiere retornar. Tiene que poder vérselas tanto con los desafíos de esa cultura escrita como con las transformaciones científico tecnológicas.
Por otro lado, la pandemia nos obligó a problematizar la noción misma de “presencialidad”. ¿Qué significa? ¿Dar el presente, firmar el libro de temas? ¿O no nos ha pasado que en varias circunstancias que alguien firma el libro de temas y está de cuerpo presente, pero parece que hace rato que ya no está? Y no lo digo yo, lo dicen las pibas y los pibes. Estas preguntas nos llevan al sentido de la escuela hoy: es una institución que debe organizarse en clave del derecho y no del privilegio, y es una obligación para el Estado que todos los pibes estén en la secundaria, y que se generen, asimismo, las condiciones para que aprendan más y mejor.
Tenemos que seguir pensando cómo trabajamos con los canales educativos, porque son los que generan identidad, haciéndolos formar parte de la planificación de la didáctica
RP
En ese marco, ¿de qué manera se incorporan los nuevos materiales y recursos que forman parte de la realidad de las y los jóvenes?
GB
Reflexionando sobre la cultura escolar. La gramática de la escuela parece inconmovible, como si fuera incapaz de transformarse – lo cual no es cierto-, pero hoy tiene que repensarse en su relación con otras culturas: las culturas infantiles y juveniles, cibertecnológicas, las culturas populares y mediáticas. Y ahí hay un desafío fundamental, que es poder arbitrar y construir los medios para darle una entrada que no sea acrítica ni comercial, sino que fortalezca la capacidad de quienes enseñan para poder darle un ingreso inteligente, planificado, acorde a los diseños curriculares que nos orientan sobre qué, cómo y cuándo enseñar.

Fotografía de Juan Canella
RP
¿Cuál es el aporte que pueden hacer los canales educativos públicos para fortalecer esas propuestas curriculares?
GB
Tenemos que seguir pensando cómo trabajamos con los canales de producción audiovisual de los canales públicos, porque son los que generan identidad. Hace rato que están en la escuela y entran sin pedir permiso. El tema es cómo lograr que estas producciones formen parte de la regularidad en la planificación de la didáctica y de las propuestas de enseñanza en cualquier nivel del sistema. Creo que ahí hay un desafío, que lo he planteado anteriormente con respecto al cine. Muchas veces el cine funciona en la escuela como un tapón, para las horas libres, pienso al cine en la escuela en términos de acceso igualitario al goce estético.
Entre 2014 y 2015 tuve el orgullo de ser parte del equipo que llevó adelante un proyecto como el Archivo fílmico pedagógico “Jóvenes y escuelas”, que fue pensado no solamente en términos de acceso igualitario al goce estético sino también como la herramientas para trabajar distintas temáticas, como la ESI, las violencias, el consumo de drogas, la relación intergeneracional, el mundo del trabajo. El cine puede dejar de ser un tapón y pensarse como herramienta para trabajar distintos contenidos curriculares.
RP
¿Qué desafío tiene la producción desde el propio Estado, más allá de los filmes, artísticos o comerciales, que también se incorporan al aula?
GB
Hablaba del cine, pero me expando y remito a la producción audiovisual que tenemos de carácter más que significativo desde canales como Encuentro, PakaPaka y DeporTV. Poder trabajar con herramientas del mundo digital permite darle otra jerarquía al Estado.
El Estado puede producir distintos artefactos y obras culturales no solo de la calidad de la que hasta ahora daba cuenta únicamente el mercado, sino con un profundo contenido de carácter cultural, ideológico y fundamentalmente de soberanía, en donde podamos sentir que hay algo de lo común que no pueden comprarse y venderse, que tiene que ver con sentirse parte y constituirnos como colectivo, pensando que siempre es posible vivir mejor de lo que estamos viviendo. Está bueno pensar a la escuela como un ámbito donde puede jerarquizarse, defenderse y profundizarse aquello que tiene que ver con la función del Estado.
La gramática escolar parece inconmovible, pero hoy tiene que repensarse en su relación con otras culturas: las culturas infantiles y juveniles, cibertecnológicas, las culturas populares y mediáticas.
RP
¿De qué manera se logra que esas producciones configuren recursos movilizantes y no se vean como un discurso cerrado de palabra “oficial”?
GB
Aquello que llevamos como propuesta al aula no es un recurso que resuelve por sí solo, en todo caso busca generar la capacidad de resolver el problema a quien lo tiene, más allá del recurso que le brinde, eso es transformar al sujeto de la enseñanza y del aprendizaje en torno a ciertos desafíos.
No se trata de poner una producción audiovisual y que por sí sola resuelva la violencia entre jóvenes, si es que de eso se trata la obra, sino que es una oportunidad para poner en juego otra serie de variables y desafíos para enseñar a pensar libremente, lo llevo al aula porque el desafío es enseñar a pensar a los otros por sí mismos. Es todo lo contrario a la mirada de ciertos sectores sociales que critican a algunas políticas como adoctrinadoras, porque apuntamos a ofrecer distintas perspectivas sobre un objeto histórico o social.
En ese sentido es fundamental trabajar contra cierta lógica dominante que reduce la solución a cualquier problema a una suerte de opción binaria: entonces, por ejemplo, el problema con la reforma escolar en Provincia es repetición vs. no repetición, facilismo vs. dificilismo, cadena perpetua vs. no perpetua, y en esas reducciones de opción binaria se obtura la capacidad de pensar por sí mismo. Por suerte están los medios públicos que le hacen frente a esa lógica.
RP
Hoy desde el mercado se ofrecen productos culturales que abordan varias problemáticas sociales e históricas. ¿De qué manera pueden aprovecharse y ponerse en diálogo con otras perspectivas, lenguajes y estéticas?
GB
Lo importante es que cualquier producto audiovisual sirva para ampliar el repertorio cultural o de información que tiene este grupo de chicos, y siempre hacer dialogar esos productos estéticos que circulan en los medios locales, en la escuela, lo que piensan ellos del tema independientemente de la película que llevo, lo que viene ocurriendo en sus familias.
Vamos a poder no solamente disfrutar de un producto estético que nos relata, por ejemplo, cierta parte de la historia, pero no para quedarnos con ese relato como única verdad. Vamos a poder trabajar ciertas ideas que están en pugna, pero si no hay mediación cultural, lo comercial deja la banalidad en bandeja. Eso a veces adormece a la sociedad.
RP
¿De qué manera se establece una relación pedagógica con el entretenimiento?
GB
Yo voy a contrapelo de las dicotomías que nos adelgazan la capacidad de pensar y de ser felices. Me parece que es fundamental poder divertirnos, pero sabemos que incluso la felicidad no es algo permanente ni dura todo lo que queremos que dure. Por lo tanto, tiene que haber derecho a divertirnos y a pasarlo bien, aunque hay cuestiones para aprender que no son divertidas pero son necesarias. Tenemos que tener la prudencia y la responsabilidad de no dejar de hacernos las preguntas más importantes, no dejar de lado las preguntas que nos incomodan.
Resolver lo que pasa en la escuela es un desafío del presente, del futuro y que implica ser justos con el pasado. Hay perspectivas que no quieren trabajar en torno a revisar el pasado considerando eso un argumento ideologizante o adoctrinamiento. Yo creo que reconocer críticamente el pasado es un desafío de la escuela porque es clave saber quiénes somos.
Aprender a vivir con otros es aprender a construir la fortaleza en el argumento que portás y que podés explicar, y no simplemente ser un replicador fenomenal con buena letra. Pero cuando alguien repite de manera literal lo que ha leído está reproduciendo la lógica de una escuela que tiende a fortalecer su parte más oscura. Prefiero que con lo que les damos para estudiar construyan preguntas, de esas a las que nunca le dimos respuesta y que tenemos que salir a buscarlas.
*Las fotos utilizadas en esta nota son de Juan Canella
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