FICCIONES HISTÓRICAS EN CANAL ENCUENTRO

La imaginación a la historia. Ficción que ilumina el presente

Dos ficciones históricas de Canal Encuentro, Las bellas almas de los verdugos y Martina Chapanay. Mujer de cinco mil batallas, presentan la historia y la política desde nuevos registros y lenguajes. Una propuesta para  reconstruir diferentes capas de la identidad del país, a partir de conversiones políticas de hombres y mujeres que construyeron su propio destino.


Publicado: 14.08.23

Por: Emilio Bernini

Categoría: Escenas


En el primer capítulo de Las bellas almas de los verdugos, Rodolfo Walsh, aterrado, escucha disparos en su casa con su familia. Es un testigo indirecto de lo que luego será la masacre del basural de José León Suarez, durante el gobierno de Aramburu. Pero ese no es todavía el Walsh que realizará la investigación sobre ese hecho, bajo el nombre Operación Masacre. Aunque había apoyado el golpe contra Perón en 1955, es todavía un escritor apolítico, desinteresado incluso por el evento mismo del que le toca presenciar. Ese Walsh no sabe que está siendo testigo, pero quienes están mirando la serie, dirigida por Paula de Luque con guión de Marcelo Figueras, aprecian esa simultaneidad de las escenas por montaje paralelo, la secuencia propuesta que da inicio a la serie. 

En la segunda secuencia, hay una nueva simultaneidad: vuelven las imágenes de la matanza y Walsh, elipsis mediante, ya está escribiendo Operación Masacre.  Ese principio de montaje se mantendrá en toda la serie: mientras Walsh investiga y escribe, vuelven las escenas de la matanza una y otra vez, como si se tratara de una obsesión, ampliando un poco más la información, componiendo ese evento por fragmentos, tal como avanza la investigación misma. Las bellas almas de los verdugos es así narración del proceso de investigación que es a un tiempo el proceso del compromiso. 

La ficción histórica, como la que inventó Walsh para la literatura argentina, hace que las vidas y las luchas políticas se actualicen y se dinamicen por la dimensión imaginaria que adquieren

Nuevos lenguajes 

La serie trata de una conversión política, pero ese acontecimiento primero impactó en la sensibilidad literaria de Walsh: la presencia de aquel “fusilado que vive”, que le comentan casualmente, introduce un enigma propio del policial, estimula la imaginación de ese autor apolítico. De ese modo empieza a escribir y, para ello, a investigar las causas que puedan explicarlo. 

En ese proceso Walsh inventa: no sabe lo que está escribiendo, pero está convencido de que no es una novela policial; es un enigma que involucra la vida personal, la vida familiar y la vida política misma. El texto que escribe excede el juego de la ficción, ya no se trata acá del “intrínseco rigor de la novela de peripecias”, como escribió Borges sobre la primera novela de Bioy Casares. Sin saberlo, Walsh inventa la “no-ficción” antes de que esa modalidad se reconozca por la novela de Truman Capote, A sangre fría, publicada diez años después que Operación masacre. La novela policial que escribía antes de la masacre se convierte en la invención de un lenguaje literario, producto del acontecimiento y del compromiso que progresivamente se despliega junto con la escritura.

La serie es la narración de ese proceso de invención literaria y también la narración de una conversión, de la apoliticidad al compromiso. Esa conversión es lenta, no opera por ninguna revelación súbita (como en las hagiografías clásicas) ni manifiesta ningún destino prefijado, sino que ha dependido de una pura contingencia y está llena de cuestionamientos, de dudas, de rechazos. Lo que se escribe involucra ahora el cuerpo del escritor como nunca podría haberlo expuesto la novela o los cuentos policiales. Aquello que lleva a la convicción de Walsh de publicar el texto sobre la masacre es, antes que la política, la ética. El compromiso ético es con el “fusilado que vive”, con los otros sobrevivientes que van apareciendo, porque sus vidas están en peligro, porque la impunidad del terrorismo estatal amenaza las vidas. El de Las bellas almas no es aún el Walsh comprometido políticamente, sino el que descubre la política. Aún no es el militante, sino el escritor que no puede dejar de actuar porque se reconoce responsable ante sí y ante los otros, incluso cuando no conociera la noción de compromiso en el sentido sartreano; el compromiso es, en todo caso, vital, una demanda interna del individuo. Esa responsabilidad ética es el fundamento de su militancia política en el peronismo revolucionario que aquí no se narra, pero se sugiere cuando el escritor, armado, se refugia en el Tigre.  

Martina es una feminista de los llanos en el siglo XIX, por pura naturaleza y no por ideología; esta conversión en lideresa feminista y justiciera la lleva a vincularse a la política 

Otras batallas que dar 

El recurso de la ficción histórica se aprecia en otra producción reciente como Martina Chapanay. Mujer de cinco mil batallas. Dirigida por Miguel Angel Roca y con guión de Santiago Ambao y el mismo Roca, el relato en este caso es también llevado adelante por un periodista, hacia fines del siglo XIX, que investiga la vida de Chapanay. 

Martina es hija de un cacique huarpe y de una blanca, parte de las montoneras de Facundo Quiroga y vinculada al caudillo federal riojano Chacho Peñaloza. Pero a diferencia de Las bellas almas, que se concentra en un solo momento de la vida de Rodolfo Walsh –la escritura de Operación masacre y la lenta conversión política–, aquí se narra la vida de Martina niña, adolescente y adulta. 

En esta narración también hay un momento en que la vida se define y se decide en un sentido que no es el del destino sino el de la experiencia. Martina adolescente vive con unos bandidos rurales que, aun cuando asesinan y roban, no siguen el estereotipo del gaucho salvaje sino que están representados más bien como artistas bohemios. Esa elección estética, que se sale del estereotipo y del realismo –casi obligados en la representación de las luchas políticas del siglo XIX argentino–, construye una visión entre legendaria e histórica de la vida de Martina, tal como se la conoce popularmente. 

Estéticas populares y estereotipos 

Uno de los gauchos bandoleros dibuja historietas en las que narra sus propias aventuras, tiene conocimientos de las intensidades de la luz y de la captación del momento del día en el dibujo, como si fuera un pintor impresionista; otro es un gaucho músico; otro, llamado el Rencoroso, es un personaje grotesco y sanguinario, que remite a algunas representaciones de los villanos en el cine contemporáneo; otro, habla con un altavoz, como si estuviera representando un espectáculo circense con su grupo. La serie misma asume esos dibujos en su propia narración, de modo que el dibujo del gaucho mismo del propio grupo de bandoleros al que pertenece se vuelve el modo de representar de la serie misma. 

En esa banda, Martina define su vida cuando se enfrenta a todos los varones que asesinan y someten a las mujeres como ella. Cuando se rebela frente a los asesinatos inmotivados y mata al Rencoroso y al Cuero se convierte en lo que constituye su leyenda: una mujer vestida de gaucho, defensora de pobres y de mujeres esclavizadas por los varones, lideresa del grupo de bandoleros. Martina es una feminista de los llanos en el siglo XIX argentino, por pura naturaleza y no por ideología: “yo no me propuse nada”, le dice al periodista la Martina adulta que le narra toda su historia (en un trabajo notable en su laconismo y a la vez en su expresividad de la compositora e intérprete Charo Bogarín), “solo hice lo que el cuerpo me gritaba”. Enseña a las mujeres a pelear, a usar el facón para no dejarse esclavizar y es autoridad indiscutida de los varones del grupo que la defienden ante cualquier amenaza. Predica la libertad con sus actos, se burla de las figuras de la Iglesia y va a acompañada de una mujer vestida de sacerdote, que la sigue como un ángel tutelar, y de las mujeres que ha liberado de la opresión masculina. 

Esta conversión en lideresa feminista y justiciera la lleva a vincularse, entonces, a la política: se une a la montonera del caudillo Facundo Quiroga, cuando empieza a “sentir pena por los abandonados y los rotos” y cuando era necesario “ponerle nombre al enemigo”: luchar contra los jueces, los patrones, que arrean a los pobres como “vacas viejas” y los unitarios. Pelea en la guerra civil y es testigo del asesinato del Chacho.

En estas narraciones hay un momento en que la vida se define y se decide en un sentido que no es el del destino, sino el de la experiencia.

Voluntades y destinos 

Notoriamente, ambas series se encuentran no únicamente en sus figuras, luchadores de las causas populares, sino en el modo de narrar las vidas: en Las bellas almas de los verdugos y en Martina Chapanay. Mujer de cinco mil batallas, la lucha política ocurre por un proceso más complejo que la decisión voluntaria; en las dos series también, ninguno de sus protagonistas está destinado a ser quién ha sido: no son héroes antes de volverse aquello en lo que no pensaron ni imaginaron; en ambas incluso, hay un momento de conversión que ocurre con la lentitud de la imprevisión del devenir, la contingencia y las decisiones libres que, en ellos, siempre involucran a los otros.  

A diferencia del relato historiográfico y de las biografías, ambas series muestran el alcance de este género. La ficción histórica, como la que inventó Rodolfo Walsh para la literatura argentina, hace que las vidas y las luchas políticas se actualicen y se dinamicen por la dimensión imaginaria que adquieren; y esa dimensión es la que irradia sobre nuestro presente. Mientras la historiografía y la biografía, en su creencia en la objetividad histórica, cosifican esas vidas y clausuran finalmente en el pasado la historia política; la ficción histórica, en cambio, no cree en la objetividad de lo que narra porque inventa para relatar, lo cual no implica que narre sin atenerse a los eventos históricos y a los hechos decisivos de una vida. El género se define en esa relación paradójica de invención y de respeto por los hechos empíricos, y es esa combinación singular la que hace que esas mujeres y esos varones, en la ficción histórica, se vuelvan nuestros contemporáneos. La contemporaneidad de Martina Chapanay está en el feminismo que la serie representa en ella, aun cuando ella misma no supiera de las luchas de las mujeres por su emancipación de los varones y del liberalismo económico: ella no sabe pero actúa y esa acción mira nuestro presente. En ese sentido, ese Rodolfo Walsh, que queda impactado por la masacre de los fascistas y se compromete progresivamente, ofrece un modelo donde podemos aún mirarnos en el dominio más feroz del neoliberalismo.

Martina Chapanay. Mujer de cinco mil batallas

Canal Encuentro

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Esta nota fue escrita por

Emilio Bernini

Emilio Bernini es doctor en Letras, por la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA. Dirige la Maestría en Cine Documental de la Universidad del Cine, y la revista Kilómetro 111. Ensayos sobre cine. Entre sus trabajos se cuentan Después del nuevo cine. Diez miradas en torno al cine argentino contemporáneo; Una mutación silenciosa. Los años ochenta en el cine de América Latina; Cine y filosofía. Las entrevistas de Fata Morgana, entre otros. 

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