

UNA DÉCADA Y MEDIA DE TELEVISIÓN EDUCATIVA
Memorias de un Encuentro
Además de un territorio y una lengua compartida, una nación es también un conjunto de imágenes. En quince años, Canal Encuentro aportó cientos de ellas que ampliaron la imaginación y la identidad. Imágenes que llenaron nuestro pensamiento colectivo de voces, sonidos y testimonios de amor y dolor.
Publicado: 03.03.2022
Por: Mariano Dorr
Categoría: 15 años
La primera vez que vi un video de Youtube fue a mediados de 2006, en un depósito de libros de la calle Delgado, en Colegiales. Lo que llamó mi atención fue el dispositivo, no el contenido. Ni me acuerdo de lo que vi, es la verdad. En cambio, la primera vez que advertí que estaba viendo Canal Encuentro fue en medio de un zapping –me quedé atónito– una madrugada de 2007, un año después de mi primera incursión en Youtube. En aquel momento no estaba al tanto de las políticas de medios; no esperaba ninguna innovación por parte del Estado en materia de comunicación. Lo que ocurrió fue que yendo de un canal a otro reconocí el rostro de Martin Heidegger: era la primera vez que veía al autor de Ser y tiempo… “en movimiento”. El impacto fue inmenso, inconmensurable en realidad. En este caso no se trataba, en principio, del dispositivo, sino del contenido. Es indudable que aquellos, los de los primeros dos mil, fueron años en los que se modificó para siempre nuestra relación con la cultura audiovisual. Hasta hace quince años ni Heidegger, ni Foucault, ni Hannah Arendt, ni Jacques Lacan, habían aparecido “en movimiento” en la televisión argentina. Escuchar sus voces, observar sus gestos, el matiz del tono, el recorrido de las miradas, fue un cimbronazo, un verdadero “canal de encuentro” con aquello que hasta entonces había permanecido vedado o apenas insinuado en la imaginación, en la fantasía, en las pocas fotografías que entonces ya podíamos encontrar en la web o en alguna revista o libro. El pensamiento pasó a ser también una imagen de quienes habían pensado.
Como telespectador, comprendí que debía “dejar” la TV en ese canal. Es curiosa la expresión “dejar en un canal”. ¿Qué es lo que dejamos? ¿El hábito de ir de un canal a otro? ¿El cambio? Cambiar de canal, dejar en un canal. “Dejá en Encuentro”, le dijimos a quien miraba a nuestro lado con el “control” en la mano. En casa al control le decíamos directamente “el zapping”. Identificábamos al control remoto directamente como al acto de recorrer todas las frecuencias en busca de amor en venta, como nos lo había enseñado un videoclip de Talking Heads. “Dejá Canal Encuentro” fue una expresión que nos escuchamos diciendo una y otra vez, porque sabíamos que ahí estaba pasando algo que no lográbamos entender bien, porque nadie nos lo había explicado, porque el resto de los canales ignoraban su existencia, pero el canal mismo no nos ignoraba a quienes estábamos mirando la tele. Al contrario, parecía advertir que estábamos ahí. Cuando algo conmovía al país, la programación daba un giro para dialogar con la coyuntura, aunque no existieran programas “en vivo”. Ese diálogo con la coyuntura podía ser a través de una película filmada décadas atrás o un documental sobre un determinado tema, dando a conocer una “posición” con toda claridad. El canal hablaba, decía, proponía una nueva militancia audiovisual hasta entonces nunca vista en la Argentina. Y se abrió la imagen y el sonido a nuestra propia historia: así como podía aparecer Derrida hablando de deconstrucción de repente estaban las Madres hablando de los 30.000, y el encuentro se convirtió en una estrategia para la reconstrucción de la Memoria. “Dejá a las Madres”, dijimos entonces. Y eso significaba que las escucháramos, que prestáramos atención a sus relatos, a sus recuerdos, a sus luchas. El canal nos acercó aún más a las Madres. Encuentro fue un canal de escucha de las memorias de nuestra historia; las Madres de la Plaza ahora estaban en nuestras casas, en la mesa servida, en las camas de millones de argentinas y argentinos antes de dormirse, en el desayuno, en el almuerzo. Y así como ingresaron las Madres también llegó la cultura del rock, la contracultura, Fidel, el Che, Perón, Evita. La historia como archivo de imágenes vivas. Es increíble que “dejar” pueda querer decir “quedarte con”. Nos quedamos en Canal Encuentro, pendientes de su revolución, observando su performance comunicacional siempre en el plano de lo inédito y lo inaudito.
El pensamiento pasó a ser también una imagen de quienes habían pensado.
La Argentina en su conjunto, con sus particularidades, con sus conflictos, sus contradicciones e injusticias, fueron apareciendo en la pantalla chica, abriendo un diálogo inconcluso, infinito, siempre encendido. El primer logo del canal llevó una marca que también puede verse en la primera edición del Nunca Más: la tiza. El lápiz blanco, instrumento de escritura que se fija sutil en el pizarrón, la “pantalla” de las escuelas, donde se enseña a las infancias y juventudes, pero también donde se hacen los primeros conteos de votos en las elecciones libres y obligatorias, fundamento del sistema democrático. Escuela y democracia, eso es también Canal Encuentro. Ese primer logo del canal era, además, la bandera argentina. Luego el macrismo ocupó el Canal, que funcionaba nada menos que en la Ex-Esma. Muchos compañeros y compañeras resistieron durante esos años de desguazamiento del Estado, trabajando detrás de cámara, haciendo proyectos, aguantando. El Canal sobrevivió al macrismo; esto es ya un hito. El Canal y sus canales, sus invenciones, sus hijos o hijas, Pakapaka, DeporTV, por ejemplo, mantuvieron la frente bien alta durante esa mancha en la democracia que fue el gobierno de Cambiemos. El logo se modificó: mostró una equina, una forma de doblar en el espacio, un quiebre, una torcedura, una fractura digital.
Al mismo tiempo que el Canal nos devolvía espacios, rincones, historias ocultas e invisibilizadas, iba filmando, recogiendo imágenes, nuestras, construyendo la propia contemporaneidad. Así pudo decirnos qué fue lo que nos sucedió en estos quince años. Qué fue lo que pasó. Porque esa máquina comunicacional no se detuvo un segundo, y mientras pensamos nuestras propias vidas, nuestra relación con el pensamiento argentino, con Horacio González, con Ricardo Forster o María Moreno, con José Pablo Feinman o Beatriz Sarlo, con Darío Sztajnszrajber, el Canal sigue produciendo conocimiento. Así llegan Tamara Tenenbaum, Sofía Gala y tantas compañeras y compañeros que reabren los debates desde otros lados, forzándonos a pensar desde otras perspectivas. Se escribe la propia historia trabajando, en el trazo de una trayectoria, así se amasa la Memoria de un porvenir. En estos quince años recuperamos más de doscientos años de historia cultural, social y política. Esa es la tarea: la reconstrucción de nuestras memorias en forma de voces, sonidos, imágenes, testimonios del amor y el dolor.
Se escribe la propia historia trabajando, en el trazo de una trayectoria, así se amasa la Memoria de un porvenir.
Ese pizarrón es una bandera, es cierto, pero también son dos “E” frente a frente, confrontadas, es el encuentro de los encuentros. ¿Qué significa esto? Hay un encuentro de izquierda a derecha y un encuentro de derecha a izquierda, una “E” invertida. Esto parece remitir a nuestra propia historia, a nuestras propias contradicciones, a nuestra larga lista de limitaciones y tragedias. Es una manera de leer la bandera nacional, y al mismo tiempo una forma de pensarnos como comunidad. ¿Qué es lo que hace difícil el encuentro entre compatriotas? ¿No es acaso una “E” invertida una especie de “tercera entidad”? ¿Un “tres” (3)? Esa tercera entidad, que no va ni en una dirección ni en otra, ni se identifica con el uno ni con el dos sino que los contiene a ambos, esa tercera entidad, está en el aire. Ahora. Y a medida que pasan los segundos, en el aire, estamos grabando nuestra propia Memoria. La estamos escribiendo. Somos un Canal. Un lugar por donde conducirnos. Somos Encuentro. Empatía. Y estamos en la TV, en los celulares, en las escuelas, las universidades, en las plataformas, en las redes sociales. El pensamiento en movimiento. No hay forma de detener el pensamiento crítico. Canal Encuentro cumple quince años porque es una máquina de pensarse a sí mismo: y lo que observa en ese espejo… es bello, es bueno y es verdadero. Canal Encuentro es un espejo revolucionario. Lacan nos diría: “ojo, es solo el Estadío del espejo; sigan creciendo a partir del deseo”. Llegar a ser lo que se es, diría Nietzsche. En eso estamos. Lo demás no importa nada.
Esta nota fue escrita por

Por Mariano Dorr
Escritor y docente. Dicta clases de Filosofìa y Estética y Metodología de la Investigación en la Universidad Nacional de las Artes, donde se desempeña como Secretario Académico del Área Transdepartamental de Artes Multimediales. Colabora en Revista Otra Parte y en el suplemento Radar de Página/12.
–
tw: @MarianoDorr
¿Te gustó esta nota? ¡Compartila!
Descargala en pdf. Esta nota esta disponible también en pdf para poder ser impresa y distribuida libremente.
Difundila en tus redes sociales. Comenzá el debate con tus amigxs y que más personas hablen de este tema.
Quizás te interese leer
Belleza y Verdad
En el año de “la década y media”, continúan las celebraciones y nos siguen llegando regalos: la revista especializada en Educación que tanto nos gusta dedicó uno de sus últimas notas-editoriales a pensar nuestra señal. “Encuentro es hoy, post pandemia, tan o más necesario que en su nacimiento”, dice –entre otras cosas– el texto de Gloria y Loor.
Un compromiso que viajó a 36 mil kilómetros
Todo empezó con un decreto que el por entonces presidente Néstor Kirchner firmó con una birome Bic. Casi dos años más tarde, el 5 de marzo de 2007, Canal Encuentro se proyectó en los televisores argentinos por primera vez. En La otra pantalla: educación, cultura y televisión (ediciones edu.ar, 2015), la periodista Tamara Smerling cuenta con lujo de detalles la historia de ese nacimiento.
Feminismos populares: Un mar de fueguitos
Las luchas feministas se ven muchas veces simplificadas por una imagen estereotipada y banalizadora, por la cual las feministas se ocuparían solamente de cuestiones superestructurales, de minucias de gente con la panza llena, de lo simbólico y de los lenguajes. Desobedientes invita a pensar los feminismos desde lo popular: apostar a vidas dignas de ser vividas y discutir la lógica del capitalismo actual